De amor no se muere.
Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo.
Una nana.
Sus razones tendrán los poetas
para tanta alegoría,
tanta metáfora idiota
que no son otra cosa
que palabras vestidas
de forma fina
para disfrazar las mentiras
y que luzcan bonitas.
La reina de corazones
era María Antonieta
en la corte de los soles.
En su país de la maravillas,
inmadura y consentida,
sentó por fin la cabeza
bajo la guillotina.
Enterarse del odio
de todo un pueblo
da miedo,
más cuando comprendes
que no podrás lucir
de nuevo un sombrero.
Esa es la hoja que mata
sin llevar escritas palabras,
que por más que lo repitas
en ridículas rimas,
a ver si de una vez comprendes
que si bien es verdad
que a veces duele,
de amor,
de amor no se muere.
Le habló Dios a Juana
en su consabido tono redentor
y la arengó
a que tomase las armas.
Ahí tenemos
a la doncella guerrera
blandiendo el acero,
para acabar luego
rustiéndose al fuego.
Es la hoguera la que quema
si está bien provista de leña
y por más que insistas
en tus tontorronas estrofas,
por mucho que me hables
de la muerte
no me convences.
El amor no te consume
hasta solo dejar cenizas.
A ver si por fin entiendes
que si bien es verdad
que a veces hiere,
de amor,
de amor no se muere.
Ahora puedes marchar
llevándote las flores,
olvidar mí nombre
y dormir por las noches.
No te aflija la culpa
de forma estúpida,
que ya he dejado claro
que en esto de los afectos
con todas sus ventajas
y sus defectos
unas veces se gana,
otras se pierde,
pero por más que te empeñes,
de amor,
de amor no se muere.
SHHHHHH.
Hay quienes aseguran
que a veces el silencio
dice mucho más que las palabras.
¡Menuda tontería!
El silencio oprime, nos da miedo
y lo rompemos
con nuestra propia voz;
cantamos, silbamos, gritamos
porque la nada nos angustia
y eso es el silencio;
la respuesta de los muertos,
de los que no nos escuchan,
de los que están lejos.
El silencio es la confirmación
de nuestra soledad,
el puñal de la indiferencia,
la falta de tu afecto.
El silencio no es más
que la constatación
de tu ausencia.
Otoño.
Cantar a la lluvia.
Ahora, después de tanto tiempo, recuerdo que te tengo. Permaneciste siempre a mi lado en silencio y yo te ignoraba. Se acabó, ya no perderé mi tiempo en los brazos de otras. Regreso a tu regazo como el hijo pródigo y te digo, que nunca más me arrastraran los cantos de sirenas mar adentro. Que en el centro de mi vida jamás habrá otra que tú ni otro que tu soporifico influjo. Me abandono al arrullo de las ondas, tomare el mando, abandonare el teclado. Solo tú eres capaz de hacerme perder el sentido, cuan ciego he estado, qué estúpido he sido. Retomarás el lugar que te corresponde, recuperaras todo mi tiempo. Mi fe en el zaping está renovada, mis alabanzas a la contra programación, toda mi devoción a la santísima televisión. ¡Vade retro Pc! Me encomiendo a la redención de sillón y siesta mientras retransmiten mierda en todas las cadenas. Reniego del google, del face y del pornotube que ya tuve suficiente. Reblandece mi cerebro, hazme de nuevo tuyo. Perdóname porque he pecado, intente marchar de tu lado pero ya acabo, no adorare a falsos dioses, acabose lo virtual, quiero ser de nuevo un ente vegetal. Apunto con el mando a la pantalla sin vida y apretó el “on”. ¡Hágase la luz! La reina del comedor, de la salita y el salón. Dios bendiga el televisor.
Muy breve.
He venido por ti.
Envasado al vacío.
Palabras sobre la arena.
Oprobio.
¿Que fue un trato justo? ¿Que es la justicia
cuando tiene la espalda curvada de tanto
hacer reverencias? De tanto arrastrar la cara
por tierra, ofreciendo las nalgas al que más
manda para que disponga de ellas como
mejor le plazca. Ahora calla y escucha, que
en esta plaza nos conocemos todos y si le das
la mano al demonio siempre toma más de lo
que ofrece. Acontece que en esta villa de locos
no es oro todo lo que brilla, ni puede la plata
hacer las veces de agua
con la que lavar sus conciencias.
¡Que se vayan todos al infierno!
Me culpan de sus desgracias
por no ser como ellos, se dicen cuerdos
y a mi me llaman loco.
¡Necios! Se miran al espejo con ojos miopes,
no se dan cuenta de que cada vez que
respiran, es el propio aliento el que empaña
su imagen y no el oprobio que mis palabras
puedan causarles. Una mosca detrás de la
oreja me aconseja que cuide lo que escribo,
que las ideas las carga el diablo e igual se
desvía el disparo, le hiero en el orgullo a
alguien importante y acabo encerrado tras
los barrotes de la censura.
Tu historia interminable.
El peregrino.
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El guardían de tu infancia.
Los saqueadores más temibles de las Islas Caribe. Asaltábamos puertos a sangre y fuego sin hacer prisioneros. Huir con el botín mar adentro, La capitana pirata y su fragata una alpargata, yo el timonel. Pongo rumbo hacia debajo de la cama sorteando arrecifes en forma de patas de mesas y sillas. Nuestro mundo en cuatro paredes, un sinfín de aventuras y cuando se pone la luna agotados nos tomamos merecido descanso. En tus brazos, arropado entre tu pelo, arrullado por los latidos de tu pecho y el calor te tu aliento velo tu sueño. Me siento feliz de ser para ti mucho más que un muñeco de trapo, soy tu adalid relleno de serrín. El último al que besas y deseas buenas noches, el primero al que miras cuando despiertas y regalas una sonrisa. Explorábamos la vida, tu fiel compañero, viajero de mochila, el confidente de tus secretos, guardián de tus anhelos.
Un día marchaste y quede solo sobre la cama sin entender nada. Espere nervioso tu regreso pensando si he hecho algo malo, si en algo te había disgustado para quedar olvidado. Cuando apareciste corriendo se te veía feliz, saltaste sobre el lecho apartándome a un lado y pasaste el resto del día con la mirada perdida. Yo no entendía el motivo de tu estado y preocupado miraba como pasabas el tiempo jugando con tus cabellos. Esa noche la pase en el suelo, sin compartir tus latidos ni tu aliento, pero siempre alerta para ahuyentar miedos y pesadillas. En vigilia montando guardia a los pies de la cama paso una semana.
Ahora he sido relegado a una estantería junto a un jarrón y una fotografía en la que estoy junto a mi niña y desde aquí arriba veo como tu alegría se disipa. Ya no me dices, ya no me hablas, y me ahogo en tus lloros, no soporto verte sufrir y ser incapaz de hacer nada. Baje una mañana mientras aun dormitabas y oculto en un cajón encontré con quien compartías ahora tus secretos, en las páginas de un diario el nombre de un extraño. ¿Quién es este que entre los dos se entromete?
¿Por qué tenéis tanta prisa por crecer? ¿Qué tiene de malo la inocencia? Lo vi a él en tus brazos y bajo el trapo me convertí de nuevo en serrín. Quería morir pero los muñecos no podemos e impotente me veo desplazado al desván junto a otros objetos inútiles, al lado de viejos sueños. No sé cuánto tiempo he permanecido solo y a oscuras, lejos de la luz de tus ojos del calor de tu afecto cuando se abrió la puerta, que mayor te has hecho. Me estremezco al sentir de nuevo tu tacto, cuando me cogen tus manos, cuando tus ojos me miran y en tus labios se dibuja un esbozo de sonrisa. Un sentimiento pretérito, un recuerdo olvidado, todo es tan extraño cuando me depositas con cuidado en el fondo de una caja. ¿Por qué fuiste tan delicada conmigo momentos antes de arrojarme a la basura?
¿Es el vertedero el infierno de los juguetes que no fueron buenos? Incluso desde aquí seguiré siendo el celador de tus sueños, el protector de los recuerdos más tiernos y siempre permaneceré de guardia pues soy el último despojo de tu infancia.
El abuelo.
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